miércoles, 6 de enero de 2016

Apostasía: cómo evitar lo que supone el bautismo

Toda persona que haya sido bautizada y no haya solicitado la apostasía, está considerada como integrante de la Iglesia católica. Quien quiera abandonar esta institución y sea mayor de edad, puede ejercer el legítimo derecho de apostatar.

Cómo ejercer el derecho a la apostasía

Para solicitar la apostasía, primero es necesario conocer el nombre del obispo de la diócesis a la que corresponde el lugar de culto donde se realizó el bautismo. Puede encontrarse en el sitio web de la conferencia episcopal española, pulsando sobre el nombre de la diócesis que corresponda.

Después, debe conocerse el nombre de la parroquia a la que corresponde el lugar de culto donde se realizó el bautismo. Hay que tener en cuenta que no es exactamente lo mismo parroquia y lugar de culto, ya que, aunque suelen coincidir, una parroquia puede tener más de un lugar de culto. Las parroquias también pueden encontrase en el sitio web de la conferencia episcopal española, pulsando sobre el nombre de la diócesis que corresponda, y en el enlace Parroquias de la diócesis.

También es necesario saber la fecha del bautismo. Esta fecha puede solicitarse al párroco de la parroquia donde se realizó el bautismo, o consultarse en el archivo parroquial correspondiente. La ubicación y contacto de cada archivo parroquial pueden consultarse en el censo-guía de archivos de España e Iberoamérica: Categoría: Archivos Religiosos > SubCategoría: Archivos Parroquiales > seleccionar la ubicación > Buscar.

Una vez se tienen estos datos (obispo, parroquia y fecha del bautismo), se debe redactar una declaración (como la de este ejemplo), y enviarla por correo certificado junto con una fotocopia del DNI a la sede de la diócesis correspondiente, indicando en el sobre «Referencia: Apostasía». De nuevo, la dirección de la sede de la diócesis puede encontrarse en el sitio web de la conferencia episcopal española, pulsando sobre el nombre de la diócesis que corresponda.

Dependiendo de la respuesta que se dé en cada diócesis, el proceso puede seguir un curso diferente. Si se solicita declarar los motivos por los que se quiere abandonar la Iglesia católica, hacer constancia de que no se tiene fe, incluso de motivos personales que se prefieren no declarar, debería ser suficiente.

Viñeta de Forges

Ejemplo de solicitud de apostasía para bautismos de la diócesis de Barbastro-Monzón

Enviar la declaración de apostasía junto con la fotocopia del DNI por correo certificado a la siguiente dirección.
  • Obispado Barbastro-Monzón
  • Referencia: Apostasía
  • C/ Academia Cerbuna, 3
  • 22300 Barbastro (Huesca)
Una vez se reciba una contestación del obispado, concertar una cita con el canciller del mismo para realizar la declaración formal de abandono de la fe católica, e indicarle nuestra identidad para que tenga los documentos preparados.
  • Teléfono del Obispado Barbastro-Monzón: 974 31 06 97 / 974 31 49 75
Acudir a la cita en el obispado.
  • En Barbastro, el edificio frente al ayuntamiento.
  • Declarar los motivos por los que se desea abandonar la Iglesia católica en una breve entrevista con el canciller (hacer constancia de que no se tiene fe, incluso de motivos personales que se prefieren no declarar, debería ser suficiente).
  • Firmar y recoger los documentos que acreditan el abandono de la Iglesia católica.
En el año 2015, se completó de este modo una solicitud de apostasía sin ningún problema en la diócesis de Barbastro-Monzón.

viernes, 1 de enero de 2016

Segeda y circuncisión: por qué el año comienza el 1 de enero

Aunque una antigua población celtíbera y la celebración de un rito judaico tengan poco que ver entre sí, han sido los dos grandes puntos de inflexión respecto a la evolución del inicio del año, desde el calendario romano hasta el que hoy se utiliza en la mayor parte del mundo.

En un principio (aproximadamente hacia el siglo VI a. C.), el calendario romano comenzaba con el equinoccio de primavera, lo cual coincidía los idus de marzo (el día 15). Este calendario constaba de diez meses; de hecho septiembre, octubre, noviembre y diciembre todavía hacen referencia, respectivamente, a los meses siete, ocho, nueve y diez, a pesar de que actualmente ya no se encuentren en esa posición.

Más tarde, en el siglo II a. C., y para evitar el desfase del calendario respecto al movimiento de la Tierra alrededor del Sol, se añadieron dos meses más al final del año (enero y febrero), el cual seguía comenzando en marzo, con el equinoccio de primavera.

Por el mismo tiempo, Roma, que ya había comenzado su expansión por la península ibérica, tenía firmado un pacto con la ciudad de Sekaisa (Segeda, hoy en la actual provincia de Zaragoza) mediante el cual no se les permitía construir nuevas murallas. Así, en el año 154 a. C., los de aquella ciudad comenzaron unas obras de ampliación de sus murallas, a la vez que se negaban a pagar contribuciones a Roma y a enviar tropas a su servicio, lo cual fue tomado como una ruptura del pacto.

Ante tal situación, el senado de Roma tenía un problema: hasta el inicio del año siguiente no podían nombrar a un cónsul para que acudiese con sus tropas a doblegar a los hispanos rebeldes, y para entonces, si la muralla ya estaba acabada, podía ser demasiado tarde. Pero el senado también tenía una solución: el año siguiente, el 153 a.C, comenzaría dos meses y medio antes, en las calendas de enero (el día 1), durante el invierno, así las tropas estarían listas para combatir en verano. Las tropas llegaron, y aunque en principio el resultado no fue tan bueno para los romanos, ya que los celtíberos resistieron en Numancia, después de todo ganaron lo que se conoce como la segunda guerra celtíbera y no volvieron a cambiar el inicio del año. De hecho, este calendario quedó fijado por Julio César en el año 46 a.C. en lo que hoy se conoce como calendario juliano.

Numancia, Alejo Vera y Estaca, 1880

Posteriormente, tras la caída del Imperio Romano y con la expansión del cristianismo, cada estado o ciudad de Europa, adoptó diferentes fechas para establecer el principio del año. Así, el comienzo del año pasó normalmente a relacionarse con la nueva religión cristiana imperante, u otros hechos importantes de cada lugar, y el mismo fue también fue variando a lo largo de la Edad Media. Durante este periodo, fue muy común el estilo de la Navidad, es decir: el año comenzaba el 25 de diciembre.

A comienzos de la Edad Moderna, el papa Gregorio XIII, conocedor de la importancia de que la Iglesia de Roma estuviese presente en el calendario para implicarse en todos los ámbitos sociales de manera persistente, se propuso difundir un nuevo calendario, a su vez, más ajustado a la realidad astronómica. Respecto al comienzo del año, el hecho de que comenzase el día de Navidad seguramente fuese un problema, ya que podía ser un inconveniente que las celebraciones de bienvenida al nuevo año se solapasen con la celebración del nacimiento de Jesucristo. Por otra parte, parecía razonable volver al estilo romano del 1 de enero, y así retomar la costumbre de comenzar el año con el comienzo de un nuevo mes.

Pero el papa de Roma tenía un problema: con qué hecho religioso, pero no de gran calado (para no correr riesgo de ser eclipsado), podía relacionarse esta fecha. Al final hubo una solución: si la familia de Jesucrito, la figura central de su mitología, practicaba el judaísmo, este tuvo que ser circuncidado justo una semana después de su nacimiento. Por lo que si había nacido el 25 de diciembre, y este mes tiene 31 días, fue circuncidado el 1 de enero. Este razonamiento no era original, ya había sido empleado por la dinastía merovingia. Parece que estaba todo bien atado, pero se les debió pasar por alto que según este estilo de la Circuncisión de la propia Iglesia, Jesucristo nació antes de Cristo.

Circuncisión de Cristo, Menologio de Basilio II, siglo XI

Así, con la promulgación del calendario gregoriano en 1582 y su posterior difusión, se volvió a establecer el antiguo 1 de enero de tradición senatorial romana como fecha de comienzo del año, el cual ha pervivido como tal hasta el presente.