sábado, 13 de agosto de 2016

Oligarquía y caciquismo: el Regeneracionismo de Joaquín Costa

Revisión de un trabajo académico universitario realizado en el año 2001 para la asignatura Historia Contemporánea de España. Buena parte del texto del que trata parece estar todavía vigente en la actualidad, más de un siglo después de su redacción.

Cita bibliográfica

  • COSTA MARTÍNEZ, Joaquín, Oligarquía y caciquismo como la forma actual de gobierno de España: Urgencia y modo de cambiarla, en la edición de Alfonso Ortí, Vol. I, Ediciones de la Revista de Trabajo, 1975, Barcelona.

Joaquín Costa, retrato de Manuel Compañy, circa 1908

Introducción

Oligarquía y caciquismo data de 1901 y refleja una intervención durante un debate en el Ateneo de Madrid. Su autor, Joaquín Costa, era un intelectual de origen campesino humilde, que no pobre, lo que unido a su profesión liberal y a su condición de republicano le hizo conectar tanto con clases rurales como urbanas. Costa está considerado como uno de los máximos representantes del Regeneracionismo, un movimiento intelectual de crítica política y moral en la coyuntura de la crisis del 98.

El texto analizado tiene como objetivo presentar un remedio al conflicto entre las élites y el pueblo. El escrito se divide en dos partes, una que define el problema y otra que le busca solución. Seguidamente se tratan de forma resumida las ideas del texto, dividas en los dos apartados anteriormente mencionados.

Concepto, elementos componentes, estado social del que surge y que engendra, urgente necesidad de mudarla

En el siglo XIX se acaba con la monarquía, pero el pueblo no es libre, ya que la ley creada no se aplica: Parlamento, Constitución, Administración, Cortes... todo el sistema es ilusorio, y el auténtico soberano se oculta bajo él. Este soberano en la sombra no cayó en el simulacro de revolución de 1868, que derrocó al monarca pero le dejó indemne. Este soberano es el cacique, y el periódico La Gaceta su máscara de encubrimiento, pues anuncia falsos logros («la libertad se había hecho papel, sí, pero no se había hecho carne»). Esas mentiras demuestran la necesidad de un cambio revolucionario. Esta oligarquía de caciques se agrupa en partidos políticos no al modo europeo (entiéndase como moderno), sino al medieval, como banderías en busca de poder sin ni siquiera propaganda, por lo que da igual que sean conservadores o liberales. El resultado es un régimen arbitrario sin ley en el que gobiernan un millar de personas sobre el resto, el cual  no tiene capacidad jurídica para manejar sus propios asuntos, no es sui juris.

Los oligarcas se sitúan a la cabeza del régimen. Son los notables de los partidos que habitan en el centro del país. Ellos son los máximos responsables del corrupto sistema, debido a su mayor educación, su deuda con el pueblo y su riqueza. Han llegado al poder por un «proceso de selección invertida», gracias al exceso de conventos, la conquista de América y la Inquisición. Estos jerarcas se organizan con los caciques, que se reparten por todo el territorio en grados que van desde municipio, el cual controlan y arruinan, a la provincia. Toda esta clase gobernante es parasitaria y externa a la nación, por lo que no es una aristocracia, un gobierno por los mejores, sino por los peores, los antes fichados por la Guardia Civil.

Oligarcas y caciques se comunican gracias al Gobernador Civil, la «rueda maestra» del sistema. Gracias a él, los primeros pueden pactar con los segundos, que dominan los cuerpos electorales. Dependiendo de la sumisión o parcialidad del gobernador, que también puede ser un instrumento caciquil, pueden surgir multitud de conflictos.

El único significado de las Cortes es relacionar a los grupos oligárquicos para discutir, especialmente el turno. Estos oligarcas ni siquiera están controlados por los reyes, que sólo presiden honorariamente y permanecen ociosos ante las injusticias. Con estos factores se crea un «estado social de barbarie», en el que unos gobernantes peores que los señores feudales del medievo (menos opresores, degradantes e intolerables) sumen al pueblo en una miseria rebozada de nada más que bonitas instituciones. Para eliminar esta forma de absolutismo, el pueblo debe ser capaz de concienciarse de que puede hacer una revuelta, aunque no es necesario que la haga. Hasta entonces España no será europea, es decir, políticamente moderna. Ello se debe a que con caciquismo no hay libertad, y sin ella no hay patriotismo. La solución es un neoliberalismo que sustituya al fracasado bipartidismo y que permita el selfgoverment, el gobierno del país por el país.

Remedios orgánicos. Complemento coactivo. Régimen presidencial. Resumen de programa

El paso al selfgoverment no puede hacerse con leyes, sino saneando los sistemas parlamentario y electoral, este último especialmente corrupto, y reformando al gobernante al eliminar la burocracia, la «empleomanía» y el «expedienteo». Para atacar la raíz del problema se deben fomentar la enseñanza y el bienestar material, reconocer la personalidad del municipio, independizar el orden judicial y permitir la intervención del pueblo en los juicios. Todo ello debe realizarse instantáneamente a través de una «política quirúrgica» ejercida por un «cirujano de hierro» que conozca la «anatomía del pueblo español». El Parlamento ampara al cacique y es el causante de las derrotas y la pérdida de las colonias, es un fracaso puesto que se han adoptado sistemas políticos del extranjero sin adaptarlos a la situación nacional propia. Así, el Parlamento no es el remedio, aunque si el fin. Tanto esta institución como las Cortes debieran ser suspendidas durante un tiempo para acabar con el mal gobierno.

Esta oligarquía necesita de estructuras parlamentarias para funcionar y establecer el turno. En este sistema, si un bando pretende realizar reformas nunca va a poder finalizarlas pues el bando contrario se lo impedirá. Por ello, si las Cortes funcionasen al margen del gobierno personal, falsear las votaciones sería mucho menos trascendente, los ministros no dependerían de los poderes y el Parlamento sería un puente del régimen absoluto al régimen liberal europeo.

Esta política de restauración nacional ha se ser revolucionaria, libertadora, de edificación interior (pedagógica, económica, financiera y social), sumarísima (más rápida que eficaz) y adoctrinataria.

Salón de actos del Ateneo de Madrid
Conclusión

Joaquín Costa refleja ideas de muchos políticos de su tiempo y las mezcla con las suyas propias para dar una visión del problema (cuestión de mayor importancia histórica), y una solución al mismo (cuestión de mayor importancia político-ideológica). El texto es fundamental para conocer el discurso del movimiento regeneracionista. Un discurso que debido a su cierta ambigüedad, ha sido utilizado directa o indirectamente hasta la actualidad por todo el espectro político, desde el anarquismo al franquismo.