lunes, 1 de abril de 2019

Las ideas como motor de la evolución humana

A la vista de los últimos descubrimientos, parece necesario plantearse si es correcto el enfoque de las primeras investigaciones sobre el origen del desarrollo tecnológico, y también preguntarse: ¿qué ocurre antes, el desarrollo cerebral o la fabricación de mejores herramientas?

Le Penseur, por Auguste Rodín, 1882

Pero antes de comenzar, y aunque pueda parecer evidente, es necesario tener en cuenta que, para que sea posible el estudio de los restos arqueológicos, se deben dar una serie de condiciones particulares en su ubicación geográfica y respecto a estos (en particular sobre los materiales paleolíticos):
  • Deben haber existido (la población paleolítica y su capacidad para dejar huella en el registro arqueológico son ínfimas comparadas con las de nuestra sociedad).
  • Deben haberse conservado a pesar de la erosión y las actividades humanas posteriores (su gran antigüedad y escasez dificultan su conservación).
  • Deben haberse descubierto e identificado como tales (no es tan fácil respecto a los restos relacionados con los primeros humanos).
  • Deben darse las condiciones políticas y económicas que permitan su investigación (la situación de muchos países donde se encuentran estos hallazgos no es la más adecuada).

Así mismo, en la reconstrucción de la evolución humana, debe considerarse que cada cambio puede deberse a una serie de causas distintas. Buscar un solo factor como determinante en todos los casos quizá sea una tarea inútil, porque ese factor puede que no exista. La hominización es un proceso complejo que requiere de diferentes respuestas para cada una de sus fases.

Teniendo esto en cuenta, en la investigación del Paleolítico, el material que define y articula sus etapas es la industria lítica. Por ello, no es de extrañar que cuando aparecen restos óseos fósiles del género Homo asociados a estas herramientas, se relacionen directamente con su cociente de encefalización (que no solo con su capacidad craneal). Así, implícitamente se tiende a razonar que la innovación en la industria lítica ha sido llevada a cabo por una nueva especie más inteligente.
De este modo:

El siguiente paso en las investigaciones ha sido buscar la causa de esa mayor encefalización, para lo cual, principalmente existen dos teorías complementarias y enfrentadas respecto a qué aspecto de la presión ambiental fue más relevante. Aquella que defiende que primó la competitividad social. Y la que argumenta que fueron los factores ecológicos los que tuvieron mayor peso.
De este modo:

Pero, ¿y si esto no fuera así?
Ambos argumentos al respecto de la presión ambiental parecen válidos para explicar la bipedestación de los homininos, pero ninguno de ellos solventa el hecho de que el resto de homínidos actuales también pueden usar herramientas y están sujetos a la presión ambiental, pero no han logrado un desarrollo tecnológico comparable al nuestro. Y por otra parte, tampoco sirven para explicar que los restos más antiguos de la primera industria lítica, el Olduvayense, están datados en 2,63 millones de años de antigüedad, pero según el registro fósil investigado, el Homo Habilis (la especie Homo a la que se atribuye esta industria) no aparece hasta hace 2,4 millones de años. De hecho, en Etiopía se han hallado restos de australopitecos cerca de objetos tallados con 2,5 millones de años de antigüedad.

Aun a grandes rasgos, los cambios en el registro fósil y la industria lítica no son siempre coincidentes

¿Realmente es necesaria una mayor encefalización para comenzar a fabricar ciertos objetos?
No cabe duda de que no todos los mismos individuos de la misma especie tienen la misma capacidad intelectual. Y para utilizar un objeto, y aun más para fabricarlo, se requiere planificación, se requiere tener una idea. Es decir, ¿no pudo una hambrienta autralopiteca (omnívora como todos los homínidos, y con dimorfismo sexual similar al de las chimpancés que cazan con lanzas) tener la genial audacia de utilizar el filo de una piedra para descuartizar la carroña y alimentarse (a ella y a su cría)? Si ese individuo más listo que el hambre pudo transmitir su nueva técnica al resto de su grupo, quizá gracias a cambios cerebrales (lateralización cerebral y neotenia) posiblemente surgidos como subproductos de la bipedestación, la ventaja que otorgaban esas herramientas bien pudo suponer un cambio total en su dieta y su modo de vida, el cual pudo acabar desembocando en la aparición de una nueva especie o subespecie con mayor encefalización. Lo cual, además supone una mayor capacidad para modificar el entorno, ejercer mayor presión sobre otros competidores, y depender menos de los factores ecológicos; todo ello en realimentación.
De este modo:

Es un hecho que ha habido muchas especies del género Homo interconectadas, pero somos los únicos supervivientes. Se dice que gracias a nuestra gran capacidad de adaptación al medio, y del medio a nosotros, la colaboración (cultura y sociedad), el desarrollo cerebral, etc. Pero es innegable que ejercemos una presión brutal sobre nuestros competidores directos. El solo contacto con nuestra sociedad provoca la desaparición de pueblos primitivos actuales con modos de vida paleolíticos. Por no hablar, en otra escala, del prácticamente nulo margen evolución que dejamos al resto grandes simios. Se trataría de un exterminio indirecto, instintivo y dilatado en el tiempo.

La hominización no es para hacer amigos

Con todo esto, no parece descabellado pensar que la tecnología que incorporamos en nuestras formas de vida es la que nos acaba haciendo diferentes, eso sí, a través de muchas generaciones. Así, al igual que a pesar de que desde la neolitización los grupos étnicos humanos tomaron distintos caminos y ello derivó en cambios físicos como una menor densidad ósea, y no por ello dejamos de pensar que los pueblos primitivos actuales pertenecen a una especia distinta a la nuestra; tampoco nos deberían parecer especies distintas Homo Ergaster y Homo Erectus, los productores de la industria Achelense. Es más, si los humanos actuales no africanos tenemos ADN neandertal, no podemos ser especies del todo diferentes, ya que forzosamente los híbridos no pudieron ser totalmente estériles.

Nuestra especie es enormemente politípica

En definitiva, si dirigimos el destino de nuestra propia evolución a través de las acciones generadas por nuestras ideas, y teniendo en cuenta el enorme desarrollo tecnológico actual, ser claramente conscientes de este hecho puede suponer la diferencia entre la supervivencia y nuestro propio exterminio.