lunes, 11 de septiembre de 2017

Hitler y la falacia de las urnas

Es habitual escuchar que Adolf Hitler ganó las elecciones, dando por hecho de que se trató de unas elecciones democráticas, tal y como lo entendemos en la actualidad. Pero esa concepción es errónea. Veamos por qué.

A partir de 1919 muchos soldados veteranos alemanes de la Primera Guerra Mundial se integraron en los Freikorps, grupos paramilitares de ultraderecha que colaboraron con el gobierno de la República de Weimar en la represión de los partidos de izquierda, los movimientos obreros y otros grupos paramilitares de ultraizquierda. Muy vinculado a los Freikorps, surgió el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP), el cual, liderado por Adolf Hitler, obtuvo la mayoría simple en las elecciones parlamentarias de noviembre de 1932.

Tras ello, Hitler fue nombrado canciller (el equivalente a presidente del gobierno) el 30 de enero de 1933 por Paul von Hindenburg, el presidente del Imperio Alemán (el jefe del Estado). En el sistema electoral parlamentario presidencialista de la República de Weimar, el presidente tenía la potestad de nombrar al canciller de entre los parlamentarios electos. Es decir, al presidente del gobierno lo nombraba el jefe de Estado, no lo votaba el parlamento.

Una vez en el poder, Hitler aumentó la represión hacia los partidos de izquierda y las organizaciones obreras. Esta represión, ahora ya no solo permitida, sino practicada por el propio Estado, adquirió una nueva dimensión de violencia e intimidación. De este modo, con la aplicación del anticonstitucional Decreto del Presidente del Reich del para la Protección del pueblo y del Estado del 28 de febrero de 1933, se institucionalizó la represión y se detuvo a gran cantidad de miembros del Partido Comunista de Alemania (KPD) y de la oposición al gobierno en general.

Una semana más tarde, el NSDAP obtuvo de nuevo mayoría simple en las elecciones parlamentarias del 5 de marzo de 1933. A pesar de contar con un ambiente totalmente a su favor y carente de garantías democráticas, no consiguió la mayoría absoluta. Aun así, Adolf Hitler logró ser nombrado de nuevo canciller, tras lo cual suprimió las instituciones democráticas de la República de Weimar e instauró el régimen totalitario del Tercer Reich sirviéndose de la Ley para solucionar los peligros que acechan al Pueblo y al Estado del 23 de marzo de 1933.

Hitler votando el 5 de marzo de 1933. ¿Esta imagen ilustra la democracia?

Por todo ello, actualmente no es correcto decir que «Hitler ganó las elecciones», y pretender defender que sus acciones estaban apoyadas por la mayoría de los votantes de la Alemania de su época a través de unas elecciones democráticas. Y esta es la falacia, ya que el hecho de que haya urnas, y de que se introduzcan papeletas en ellas, es decir, que se celebre una votación, no quiere decir que esta sea democrática. En una democracia se celebran votaciones, pero no todas las votaciones son democráticas, por lo que votación no es sinónimo de democracia.

Y es más, ni tan siquiera todas las votaciones realizadas con garantías democráticas, deberían considerarse como parte de una democracia en el sentido amplio en el que actualmente se entiende. Supongamos que se realiza una votación con todas las garantías democráticas, pero aquello que se somete a voto no respeta los derechos humanos o va en contra de otras leyes. Así, ¿actualmente someter a voto la ejecución de una persona concreta puede considerarse democracia? ¿Todo resultado de una votación es democrático o moralmente aceptable solo por el hecho de que se han celebrado elecciones o un referéndum? Democracia no es solo introducir papeletas en una urna.

Papeleta del referéndum sobre el Anschluss de 1938